En medio del
infernal tráfico de Lima, los semáforos se han convertido en imaginarias
tarimas donde los artistas de la calle aprovechan cada segundo rojo para
dibujar sonrisas en el público. A cambio reciben unas monedas pero, ante todo,
esperan ser valorados. Veamos.
Alejandro Dumas hijo decía que
el arte es una flor de roca que necesita del viento áspero y del terreno rudo,
recuerdo mientras observo a tres muchachos hacer malabares en medio del smog y
el ruido de motores impacientes, en el cruce de los jirones Washington y
Quilca, en el Cercado de Lima. No imagino entonces un escenario más hostil para
hacer arte y alcanzo a preguntarles por el secreto para crear armonía en medio
del caos.
"El secreto es que amamos lo
que hacemos. Somos artistas de la calle y para nosotros los semáforos son
pequeños escenarios donde demostramos nuestro talento”, explica William Aguirre
(26), quien sostiene algunas de las clavas con las que acaba de ejecutar junto
a sus compañeros Mario Soto y Christian Bernaldo (24) un número que ellos
llaman secuencia de doble altura.
El rojo obliga a volver a
escena. Treinta segundos después, regresan con monedas de 10, 20 y 50 céntimos
que recogieron de los choferes y pasajeros que fungen de platea. “Yo siempre
espero que me feliciten, no que me den un billetón”, advierte William. Sin
embargo, recuerda que una vez recibió 50 soles de una sola persona.
“Hay días buenos en los que,
en tres o cuatro horas de trabajo, puedes ganar hasta 70 soles”, añade Mario,
quien dejó la universidad para mudarse a las esquinas. “Estar aquí es otra
realidad, ves la reacción de la sociedad frente a un artista”, sostiene. El
telón se cierra pero se abre una pregunta: ¿Se puede vivir haciendo malabares?
“En el Perú todos vivimos haciendo malabares, solo que nosotros lo hacemos en
un semáforo”, responden convencidos.
Acrobacia de plaza.
Girando sobre sus cabezas,
saltando unos sobre otros y diseñando piruetas, Douglas Atarama (23), Juan
Rivera (27) y Paolo Noroña (23) trabajan en la Plaza Grau como acróbatas.
“Por ignorancia algunos nos
tildan de malandrines, pero nosotros brindamos un trabajo artístico que, cuando
a la gente le gusta, lo paga”, resume Paolo, quien llegó desde Iquitos con un
grupo de capoeira.
La sonrisa se le va cuando
recuerda que a veces no los dejan trabajar. “Nos dicen que está prohibido
saltar en los semáforos pero nosotros no vemos esos letreros”, reniega.
Tomado de: http://eltemadelacalle.blogspot.com/2011/06/luces-semaforos-accion.html
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